lunes, 30 de noviembre de 2009

DISFRACES


Ríe. Las flores perfuman su cuerpo. Parece primavera. La piel de luna calza a la perfección en su altivo cuerpo de armoniosas curvas gastadas de placer. Brillante, la mirada; sus ojos, dos estrellas. Sonríe. Siempre sonríe. Ríe.
A veces, se quita el disfraz. La perfecta piel da lugar a un cuerpo marcado de sufrimiento y demencia; esperanza de un amor que aclimate alguna noche de Julio y ese cuerpo, acompaña su mirada lacrimosa. Su sonrisa es fingida por un rouge que la modela; y el aroma que de sus poros brota como flores rojas del edén; disfrutan el juego de creerse un adorno, cuando no son más que un mortal símbolo del recuerdo de mejores tiempos inventados.
Muerte. Sonríe porque le cuesta respirar y la máscara de la normalidad es más simple y barata que la realidad. Sonríe porque sabe fingir; tanto que nadie escucha los gritos mudos de su alma. Nadie advierte que su llanto la ahoga y las olas de su mente volvieron naufraga su vida.
Casi sin darse cuenta, camina. Como cadáver. Por una inercia inerte. El cuerpo en agonía, aniquilada su esencia. Y escapa. De la nada del todo al todo de la nada. Ida y vuelta, repetidas e incansables veces en cada mirada.
Le da la espalda a esos ojos que la observan, pidiendo socorro del otro lado del espejo. Es doloroso el reencuentro con aquella mujer que alguna vez fue y que no logra (ni la deja) salir de sus fantasías; esa niña que el tiempo encerró en una burbuja de sal y sueños frustrados.
Y no miente el espejo.
La mirada de suplicante liberación, su yo.
Cierra los ojos. No tolera los pseudo encuentros matutinos, tan incómodos y que imploran utopías. Toma un sorbo de ron para entibiar su alma ¡Hace frió en el infierno!
Harta. Es invierno helado y todos la creen primavera. Hasta la protagonista del teatro de títeres con enmascarados que ríe y llora. Al unísono.
Malén De Felice.

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